La visita del Papa
Francisco a Brasil para
presididir la XXVII Jornada Mundial de la Juventud ha dejado frases e imágenes que perdurarán en
nuestro recuerdo. A continuación algunas de las más impactantes para mi y las comparto con ustedes
1. Visita al Santuario de la Virgen de Aparecida
Durante la misa en el Santuario de la Virgen de
Aparecida, el Santo Padre invitó a mantener la esperanza ante las dificultades «en la vida
de cada uno, en nuestra gente, en nuestras comunidades» sabiendo que «por
grandes que parezcan, Dios no
deja que nos hundamos».
Si bien es cierto que «nuestros jóvenes
sienten la sugestión de tantos ídolos como el dinero, el éxito, el poder, el
placer», no hay que dejarse desanimar por el mal: «Queridos hermanos y
hermanas, seamos luces de esperanza. Tengamos
una visión positiva de la realidad».
En esa línea, el Papa habló de tener
confianza, «saber dejarse
sorprender por Dios» y
mostrar nuestra alegría pues «el cristiano es alegre, nunca triste. Dios nos
acompaña». Y para remachar la idea añadió: «El
cristiano no puede ser pesimista. No
puede tener el aspecto de quien parece estar de luto perpetuo».
2. Visita a la favela de Varginha
En su discurso pidió a los poderes
públicos y a las personas de buena voluntad mayor atención a la gente que vive
en las favelas, pues «nadie puede permanecer indiferente ante las
injusticias que aún existen
en el mundo». Su mensaje fue que nuestras sociedades no las salvará «la cultura
del egoísmo» sino la «cultura de la solidaridad».
Al final se dirigió especialmente a los
jóvenes: «ustedes tienen un sensibilidad especial ante la injusticia, pero a
menudo se sienten defraudados
por los casos de corrupción, por
las personas que, en lugar de buscar el bien común persiguen su propio
interés». Les invito a que «no se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen
que se apague la esperanza. Sean
los primeros en tratar de
hacer el bien, en no
habituarse al mal, sino
vencerlo».
3. Encuentro con los peregrinos argentinos en la catedral
«Quiero lío en las diócesis», les pidió el Papa Francisco a sus jóvenes
compatriotas, que lo recibieron con entusiasmo en la catedral metropolitana de
Río de Janeiro. Aprovechando la energía de los jóvenes, dispuestos a dormir
bajo la lluvia y quedarse sin comer para esperarlo, Francisco les dijo a los
chavales que salgan a las calles, y que se manifiesten.
«Quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que nos defendamos de todo lo que es
mundanidad, comodidad, clericalismo, de lo que es estar encerrados en nosotros
mismos», afirmó el Papa, que pidió que se saliera de las instituciones. «Si no
se sale se convierten en ONG y la
Iglesia no puede ser una ONG», enfatizó.
«Pienso que esta civilización mundial se pasó
de rosca. Es tal el culto que ha hecho al dios dinero que estamos
presenciando una filosofía y una
exclusión de los dos polos de la vida, que
son las promesas de los pueblos: los ancianos y de los jóvenes», señaló.
4. Visita al hospital de San Francisco de Asís
El Papa denunció a los «mercaderes de muerte», gente sin escrúpulos que sigue «la lógica del poder
y del dinero a toda costa». En su opinión,«la plaga del narcotráfico, que favorece la violencia y siembra
dolor y muerte, requiere un acto de valor de toda la sociedad». No basta la
mera represión, ni hay que capitular mediante la liberalización.
Según el Papa, «no es la liberalización
del consumo de drogas, como se está discutiendo en varias partes de América
Latina, lo que podrá reducir la propagación y la influencia de la dependencia
química». Lo fundamental es «afrontar los problemas que están en la base del
uso de drogas, promoviendo mayor justicia, educando a los jóvenes, ayudando al
necesitado…». Y, por supuesto, echando
una mano «al que ha caído en el abismo de la dependencia, tal vez sin saber cómo».
5. Fiesta de acogida en Copacabana
En su discurso final en la fiesta de bienvenida en
Copacabana, el Papa invitó a los jóvenes a no
dejarse cegar por los ídolos: «El poseer, el dinero y el poder pueden ofrecer un momento de embriaguez, la ilusión de ser felices. Pero al
final nos dominan y nos llevan a querer siempre más y a estar insatisfechos».
Les propuso ir contracorriente en una «revolución copernicana, que nos quita del centro a
nosotros y pone en él a Dios».
6. Rezo del Ángelus en el Palacio Arzobispal
El Papa denunció que
en la exclusión de los ancianos hay “eutanasia escondida, es decir, no se cuida a los
ancianos”, pero hay también una“eutanasia cultural: no se les deja hablar,
no se les deja actuar”. Por eso invitó a los ancianos a que “no claudiquen
de ser la reserva cultural de nuestro pueblo”, y pidió a los jóvenes que “por
favor, no se metan contra los viejos: déjenlos
hablar, escúchenlos y
llévenlos adelante”.
7. Vía Crucis en Copacabana
El Papa les dijo que «Jesús, con su
Cruz, recorre nuestras calles para cargar con nuestros miedos, nuestros
problemas y nuestros sufrimientos». Jesús
«se une a las víctimas de la violencia», a
las madres «que lloran la pérdida de sus hijos o que sufren al verlos víctimas
de paraísos artificiales como la droga».
Jesús se une también «a todas las
personas que sufren hambre en
un mundo que tira cada día toneladas de alimentos», y «a quien es
perseguido por su religión, por sus ideas o, simplemente, por el color de su
piel». Pasando al dolor moral, el Papa mencionó el mal
comportamiento que aflora a veces
entre las autoridades civiles o los eclesiásticos.
«Jesús se une —dijo— a tantos jóvenes
que han perdido la confianza en las instituciones políticas porque ven egoísmo
y corrupción. O que han perdido la fe en la Iglesia o incluso en Dios por la incoherencia de los
cristianos o de los ministros del Evangelio».
8. Misa en la catedral metropolitana
En la misa con los obispos y sacerdotes
que participan en la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa reconoció que
«muchos jóvenes podrían sentirse un poco asustados ante esta invitación,
pensando que ser misionero significa necesariamente abandonar el país, la
familia y los amigos». Pero su propio caso enseña que no es así pues «mi sueño, de
joven, era ir de misionero al lejano Japón. Pero Dios me mostró
que mi tierra de misión estaba mucho más cerca: mi patria».
El Santo Padre urgió a los trescientos
obispos y millares de sacerdotes y religiosas a «ayudar a los jóvenes a darse
cuenta de que ser discípulos misioneros es una consecuencia de ser bautizados:
es parte esencial de ser cristiano, y que el
primer lugar donde se ha de evangelizar es la propia casa, el ambiente de estudio o de trabajo,
la familia y los amigos».
El Papa invitó a mantener un contacto
habitual con Cristo en la oración, en la Eucaristía y «en las personas más
necesitadas». Y aconsejó meditar unas palabras de Teresa de Calcuta: «Debemos
estar muy orgullosos de nuestra vocación, que nos da oportunidad de servir a
Cristo en los pobres. Es en
las ‘favelas’, en los ‘cantegriles’, en las ‘villas miseria’ donde hay que ir a
buscar y servir a Cristo.Debemos ir a ellas como el sacerdote se acerca al
altar: con alegría». La Madre Teresa conocía el nombre de las barriadas de
miseria en Brasil, Uruguay y Argentina porque las había recorrido.
9. Encuentro con los dirigentes políticos en el Teatro Municipal
El Santo Padre explicó que “el futuro
nos exige una visión humanista
de la economía y una política que logre cada
vez más y mejor la participación de las personas, evite el elitismo y erradique la
pobreza”.
Sin mencionar específicamente las
protestas callejeras de las últimas semanas, el Papa les exhortó al “diálogo constructivo, pues
entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta siempre hay una opción
posible: el diálogo. El diálogo entre las generaciones, el diálogo con el pueblo”.
De ese modo se evita el peligro de que la democracia “se quede encerrada en la pura lógica de la representación
de los intereses establecidos”. Y se refuerza la convivencia.
En esa línea, el Papa subrayó que “la
convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la
laicidad el Estado que, sin asumir como propia ninguna posición
confesional, respeta y valora la presencia del factor religioso en la sociedad,
favoreciendo sus expresiones concretas”.
10. Encuentro con los obispos de Brasil
El Papa certificó ante los con los 453
obispos del Brasil que la Iglesia brasileña «ha recibido y aplicado con
originalidad el Concilio Vaticano II» y, «aunque ha debido superar algunas
enfermedades infantiles», es ahora «una
Iglesia más madura, generosa y misionera». Pero se ha mostrado a veces demasiado
lejana y «demasiado autorreferencial, prisionera de su propio lenguaje rígido».
El Papa les dijo que lamentarse es
estéril. En cambio, «hoy hace falta una Iglesia capaz de acompañar en el
camino, de ir más allá del mero escuchar: una
Iglesia que se dé cuenta de que las razones por las que algunos se alejan contienen los motivos para un posible
retorno, pero es necesario saber leerlo con valentía».
En esa línea, «hay que tener el valor de
una revisión profunda de las estructuras de formación y preparación del clero y
del laicado en Brasil». Y no olvidar que «las mujeres
tienen un papel fundamental en la transmisión de la fe. No
reduzcamos el compromiso de las mujeres en la Iglesia, sino que promovamos su participación
activa en la comunidad eclesial».
11. Vigilia en Copacabana
En Brasil no podían faltar las imágenes
futbolísticas, y el Papa las escogió bien: «Jesús nos pide que le sigamos toda
la vida, nos pide que seamos sus discípulos, que
‘juguemos en su equipo’. Y un
jugador debe entrenarse», aseguró a un millón y medio de jóvenes en el paseo
marítimo de Copacabana.
Hay mucho en juego, pues «Jesús ¡nos
ofrece algo más grande que la Copa del Mundo! Nos ofrece una vida fecunda y feliz, y también un
futuro con él que no tendrá fin».
Al margen del discurso escrito, el Papa
les dijo con gran energía: «Chicos y chicas, ¡No se metan en la cola de la
historia! ¡Sean protagonistas!». Lo decía en español y lo remachaba con
modismos argentinos como el de mirar por el balcón mientras otros pasan: «No dejen que otros sean
protagonistas del cambio. ¡No
balconeen la vida! ¡Métanse en ella con Cristo Jesús!».
12. Misa de clausura
En la homiilía de la misa de despedida fue “mil por cien” misionera, pues, según les dijo el Papa, “la
experiencia de este encuentro no puede quedar encerrada en su vida o en el
pequeño grupo de la parroquia, el movimiento o de su comunidad”. Tienen que
abrirse, pues “la fe es una
llama que se hace más viva cuanto más se comparte”.
En su estilo de catequista, el Papa
lanzaba preguntas y respuestas: “¿A dónde nos envía Jesús? No hay fronteras, no
hay límites. Nos envía a todos. El
Evangelio no es para algunos, sino para todos”. Y en este punto quiso
insistir: “No es sólo para los que nos parecen más cercanos, más receptivos,
mas acogedores. Es para todos. No tengan miedo a llevar a Cristo a cualquier
ambiente, hasta a las
periferias existenciales, también
a quién parece más lejano, más indiferente. El Señor busca a todos, quiere que
todos sientan el calor de su misericordia, de su amor”.
13. Mensaje al comité de coordinación del CELAM
El discurso del Papa al comité
coordinador del Consejo Episcopal Latino
Americano (CELAM) fue como una descarga
eléctrica. El Papa Francisco piensa que no estamos “en una época de cambios,
sino en un cambio de época”. Y proponer renovar la Iglesia mediante
la“revolución de la ternura”, y el refuerzo misionero entendido como
servicio, que haga desplomar por sí solas las “estructuras caducas” que han
dejado de ser útiles para la evangelización.
La misión empieza por los pastores, y el Papa propone a los obispos un examen de
conciencia. Les exhorta a ser “pastores cercanos a la gente, padres y hermanos con mucha
mansedumbre, pacientes y misericordiosos. Hombres que amen la pobreza, sea la pobreza interior como
libertad, sea la pobreza exterior como simplicidad y austeridad de vida”.
Los obispos deben ser “hombres que no tengan ‘psicología
de príncipes’ Hombres que no sean ambiciosos y que sean esposos de una
iglesia, sin estar a la expectativa de otra”. El Papa les dice que deben ir,
como los pastores, delante, en medio y detrás de su pueblo.
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